Otro día en Barranquilla, ¿cesará alguna vez la tormenta mexicana?

Por Raúl Alejandro Del Pino Salfrán

Barranquilla, Colombia, 26 jul (PL) Una vendaval, eso es. No existe mejor palabra para describir lo que ha sido hasta la fecha la actuación mexicana en los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe.

La delegación azteca amanece hoy con una mayor ventaja en el medallero que ayer, la misma que a la vez fue superior a la de un día antes. ¿No pararán? Pues no, se empeñan en decir todos los deportistas del gigante centroamericano que cosechan preseas de cualquier color donde quiera que compitan en Barranquilla.

Un ritmo trepidante. A este paso terminarán con más de 400 muñequitos de Baqui. Un escándalo nunca antes visto. Y más impensable aún si sumamos la presencia de Cuba y de una Colombia anfitriona que anunció su candidatura con bombos y platillos.

En solo seis jornadas competitivas con finales, los mexicanos acumularon 71 oros de los 137 que se otorgaron. Más del 50 por ciento. Un ritmo de casi 12 diarios. Vuelvo y repito, ¡un escándalo!

Todo el que por un momento se percata de ese pequeñito detalle, primero dice con escepticismo: nada, mañana seguro «cambia la cosa». Pero al otro día revisa el medallero con un poco más de calma y saca bajito sus cuentas.

No, no pararán. El calendario así lo demuestra. Y si ya terminó la natación y lo hará el ciclismo, no importa, ya aparecerá alguna disciplina en la que seguirán sacando botín.

México recuerda a la Cuba de sus tiempos dorados en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo. Sin embargo, aquella potencia deportiva no tenía los rivales que tienen los aztecas ahora, por eso el mérito es mayor.

Mas todavía faltan ocho de jornadas para que los Juegos digan adiós. Quizás el empuje de los de la tierra del tequila de verdad termine mañana. O no.

Lo cierto es que la isla más grande del Caribe sí debe repuntar fuertemente la semana próxima, así que más le vale a los descendientes de Cuauhtémoc seguir con este ritmo, no vaya a ser que les suceda como en Veracruz hace cuatro años y dejen caer el dulce justo antes de llevárselo a la boca.

Deja tu comentario